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Desgenerada: síndrome de la identidad indignada.

Actualizado: 13 nov 2019

“Nos plantan árboles en la cabeza: el de la vida, el del saber, etc. Todo el mundo reclama raíces. El poder de sometimiento, es siempre arborescente.”

Gilles Deleuze.


A grandes rasgos podemos decir que sobre la segunda mitad del siglo XX el posmodernismo abre un debate criticando los postulados de la modernidad. Ésta se caracterizaba por una concepción racional del mundo, el avance del pensamiento científico, la ilustración, las autoras[1] románticas, las grandes pensadoras como Descartes, Kant, Emile du Chatelet o Anne Conway. Para entonces, Charles Le Brun era el artista de más poder de la Francia absolutista. Hoy es recordado por una conferencia de fisionomía para la que hizo unos dibujos de personas animaladas, recuperando la idea de Della Porta (Conference sur la physiognomie, 1680). Hizo una catalogación de los gestos, influido por el pensamiento cartesiano, que ha llevado consigo la catalogación de la imagen: la ficha policial, el DNI, la cara y el cuerpo como espejo del alma. Todo un entramado de corporeización de la identidad, de identificación a partir de líneas, formas y fórmulas que rozaban el ridículo (si tienes nariz de cuervo, eres peligrosa. Si ojos de gacela, pícara…).


Un siglo después, en plena revolución industrial y como consecuencia de la llegada de Prometeo[2], la gente hambrienta, explotada en los latifundios, sometida por la burguesía patricia y la aristocracia, emigra en masa a las ciudades, persiguiendo la ideología de la dignificación del trabajo y la idea de “tanto trabajas, tanto vales”. El trabajo en las fábricas será sin embargo de una precariedad e injusticia desoladoras. La gente humilde y explotada se identifica con líderes que reclamaban justicia social y laboral. Las ciudades se inundan de “plebeyas descontroladas” y de nuevo es necesario un repaso moralizador para reconducir a las masas.


Se establece un nuevo referente identitario: la persona ordenada, la familia ordenada, el sistema ordenado. El Orden (familia heterosexual, trabajadora, religiosa, de mujer abnegada y hombre socialmente sumiso, que aceptan su condición y generan consumo) armoniza a las masas en una única escala, las convierte en buenas y las premia por ello, otorgando a la identidad ordenada el poder de situarse por encima de la identidad desordenada en una escala de valores que otorga a las de arriba la facultad de enjuiciar y denunciar a las de abajo (antisistemas, marxistas, homosexuales, renegadas y defensoras de los derechos populares …).


El posmodernismo, surgido a partir de la Segunda Guerra Mundial, implica un cambio paradigmático que pone en cuestión lo deseable de la modernización. Considerando que el modelo utópico de las vanguardias y su proyecto fue condenado al fracaso, incorpora fuertemente lo histórico, la pluralidad internacional, y por supuesto la globalización. Ha creado una gran sombra de escepticismo (y ha ofrecido una fuerte dosis de humildad) sobre la creencia modernista en la eficacia y casi infalibilidad de la razón humana.


Como se vio durante el período modernista, la razón humana puede ser bastante productiva, especialmente en las arenas de la ciencia, de la medicina, y de la tecnología. Sin embargo, la razón humana también puede ser manipuladora y destructiva, máxime cuando reproduce moralismos totalitarios.


Después del posmodernismo y ya en el siglo XX surge el estructuralismo, como un modo de afrontar las ciencias humanas en un análisis socio-antropológico que al igual que en el S XVIII, sigue analizando hábitos y costumbres, mitologías y parentescos, aunque muy lejos ya por suerte, del paradigma cartesiano. Paralelamente al estructuralismo nace una fuerte corriente filosófica: el existencialismo, capitaneado por Sartre, Camus y Simone de Beauvoir.


Posteriormente y bajo un prisma postestructuralista (Foucault, Lacan, Butler…), se han desarrollado corrientes de pensamiento dentro de las ciencias sociales y el arte, que cuestionan los modos de racionalidad de la modernidad, la posmodernidad, el pensamiento universal, el mismo estructuralismo, el patriarcado y la norma heteronormativa, considerando también las modificaciones producidas en el seno de la institución familiar: familias monoparentales, adopción por parejas de homosexuales, legalización de parejas no heterosexuales, nuevas formas de reproducción, poliamor, anarquía relacional, etc.


La identidad y el lugar que ha ido adoptando desde que hemos empezado este recorrido histórico hasta hoy, ya no nos sirve, por maniatada, manipulada y fosilizada en una imagen sobre-piel. Incluso en nuestro siglo, en 2014, en la Universidad de Ohio, siguen utilizando las expresiones faciales de Le Brun, que pueden reducirse a 6 y Pixar convierte en 5: ira, alegría, tristeza, miedo, asco y sorpresa[3].


Los controles faciales, los “likes” de Facebook, Twitter o Instagram, las cámaras de reconocimiento facial, las gafas de Google, los selfies de ráfagas de decenas de fotos para elegir una, los filtros fotográficos de “cómo serías si trabajaras en Hollywood”… La identidad se cosifica, se compra y se vende, se politiza, se tipifica y se convierte en herramienta de control y domesticación.


“Poco acostumbrados a reinar solos sobre la tierra,los hombres, para librarse de sí mismos, procuran encerrarse en la pura subjetividad o perderse en la pura objetividad”.

Simonne de Beauvoir


En los gazmoños debates moralistas contemporáneos habita un camino inconsciente de disección, de desidentificación con el propio self[4]. Nos estamos partiendo en dos: emoción corre en paralelo al pensamiento y al cuerpo. En paralelo y por el callejón de atrás, en una lucha por permanecer en el estadio moral de identificación con los iconos sexo-antropológicos de la cultura, agarrándose muy duro a los conceptos estandarizados de los binomios dicotómicos judeo-cristianos: bueno o malo, hombre o mujer, heterosexual u homosexual, cielo o infierno, moral o amoral, todo o nada. Dicotomías en sí mismas necesarias para alimentar un sistema moral de ORDEN-DESORDEN, imprescindible para mover los engranajes de la “máquina social” (Deleuze y Guattari, 1973) y consecuentemente, para sostener un sistema capitalista piramidal globalizado.


Actualmente y a partir del feminismo y los debates transgénero, se parte de la necesidad de romper con este dualismo de control que comienza por la rotura identitaria: es imprescindible desgarrar secciones para caber en uno de los dos extremos, toda la gama de colores que fluctúa entre el blanco y el negro es obligada a renunciar a sí misma, a autocastrarse, para poder formar parte de la dualidad. El movimiento trans* surge de la identidad indignada, desde el lugar más profundo de des-identificación con una epistemología que ya hemos visto y colocado en su lugar: Ya no nos sirve y renunciamos a ella: nos desgeneramos con orgullo.


Judith Bulter (1956) es profesora en la European Graduate School, enSaas-Free, Suiza. Es una intelectual y destacada pensadora feminista norteamericana que escribió «Problemática del género» en 1990 y «Cuerpos que importan» en 1994. Una de las contribuciones más destacadas de Butler es la Teoría de la Crítica a través de su modelo formativo del género, en el cual las categorías «masculino» y «femenino» se entienden como repetición de actos en lugar de valores naturales.


Diana Fuss, exponente de la teoría Queer elaborada en Estados Unidos, dice que es a través del trabajo de identificación que se problematiza el concepto de identidad. La identificación, dice, “es un proceso que mantiene a la identidad a la distancia, evitando que llegue al status de un lado ontológico, aun cuando hace posible la ilusión de la identidad como algo inmediato, seguro, totalizable”.


La identificación es móvil, elástica, volátil y por tanto inconscientemente manipulable. ¿Cómo puede cambiar nuestra concepción de la política, de la naturaleza misma y significado de los lazos sociales, el saber que cada reclamo de identidad (“no soy otra”) está basado en la proyección en un otro (“yo deseo ser otra”)?


Si miramos hacia dentro, la identidad se genera a partir de la diferenciación del/la bebé y la madre, un Yo expandido se va diseccionando despacio hasta que se constituye en sí mismo cuando empezamos a Ser, a separarnos de nuestra madre a en un sentido yoico, que es a partir del año y medio de vida extrauterina, aproximadamente. Adquirimos identidad a partir de la relación con los “objetos” de referencia; primero de la madre (Objeto A), posteriormente de su compañero/a, otra madre o padre, y en tercer lugar en la socialización (alrededor de los 3 años extrauterinos). La alimentamos de los objetos sociales homogéneos[5], lo que se podrían denominar los conjuntos prácticos. Se trata de tomar como dominio homogéneo de referencia no las representaciones que las personas se dan de sí mismas, ni las condiciones que las determinan sin que lo sepan, sino lo que hacen y la manera en que lo hacen.


Hasta que no me tocan no se lo que es ser tocada, hasta que no me aman no se lo que es ser amada. Me constituyo proyectivamente hacia un ideal, me veo en un espejo y delante de mí no estoy yo, sino quien quisiera ser (Lacan, 1935).


Somos totalmente relacionales, la identidad nace al despegarnos de otro no-yo maduro. Esa nueva Identidad que se va constituyendo a partir de una serie de circunstancias adaptativas y angustiantes, es la mía, aquella que paseo por la calle, aquella con la que se me conoce y se me identifica. La necesitamos, porque sin ella no somos en este lugar ontológico de animal humano en el que he de ser visible para ser.


En un contexto en el que hemos de ser necesariamente dependientes de cubrir necesidades, es preciso que forjemos una identidad: desestructurante, adaptativa, sumisa, poderosa y espeluznante, discreta… Y sí, hay una parte de mí misma en ella, pero no nos engañemos, hay otra gran parte que es un proyecto de visibilidad en una máquina de consumo cuyo engranaje principal es la perpetuación de la necesidad, el deseo no totalmente satisfecho.


La pescadilla se mordió la cola, somos parte constitutiva de este modelo sexual-social: la “sociedad neurótica” se ha constituido en “sociedad borderline[6]“. Aquí las situaciones de estrés generadas en sistemas familiares, interfieren en el desarrollo cognitivo, de forma que nuestro sistema nervioso se desarrolla ya bajo un prisma de resignación, formándose una estructura cognitiva de supervivencia que llamamos estructura de carácter (W. Reich, 1949) o falso self (Winnicott, 1965): Es entonces cuando podemos hablar de identidad de género. El género es cultural, es impuesto, lo que no lo exime de ser.


“La sociedad forma, altera y reprime las necesidades humanas; así se desarrolla una estructura síquica, que no es innata sino adquirida por cada individuo en el transcurso de la lucha permanente entre sus necesidades y la sociedad. No hay una estructura congénita de los impulsos sino una estructura formada durante los primeros años de vida”[7].


La manifestación de los instintos está pues sesgada ya desde nuestras entrañas, colocando piedras al camino del placer personal y colectivo, que deberían correr de la mano. Aparecen en este sitio de recuperación de la identidad subjetiva, las teorías feministas francesas de la diferencia, las de la igualdad, el posestructuralismo, el anarkofeminismo, etc. Todas reivindicando un derecho históricamente inhibido: el derecho de la sexualidad libre, capacidad de decidir, de exigir, de compartir y de sentir en libertad.


Es el momento de que cada una de nosotras se plantee, en el camino de ir descubriendo nuestros límites emocionales, que es hora de dejar de culpar y sentirnos culpables, para pasar a ser responsables como autoras y actoras de la sociedad que habitamos.


La deconstrucción del carácter y el género sin empoderar al sujeto que estamos cuestionando, no es una simple teoría que haya que desmontarse con profecías y debates, que aunque necesarios, no son suficientes:  Se trata de todo un entramado biológico, psicológico y emocional de control-dominación sobre la especie, que hemos de fisurar partiendo de nuestra propia rotura.  Partiendo del cuestionamiento mismo de nuestra razón, sin miedo de adentrarnos en nuestra oscuridad inconsciente y buscando lo que queda del animal humano que somos y que solo podemos paladear sutilmente subyaciendo el control racional-cortical del patriarcado: con la emotividad primitiva y la liberación sexual derivadas del trabajo personal y colectivo.

Desgenerarnos en toda su complejidad pasa por entendernos a nosotras mismas, por re-descubrirnos.

Un acercamiento que nos abre las puertas a la autoaceptación y a la toma de conciencia y por tanto de responsabilidad adulta ante una vida en parte elegida, en parte impuesta. Una pequeña abertura en el muro hasta entonces infranqueable que nos permite ver mas allá de la sociedad del espectáculo (G. Débord, 1967).


Para que el pájaro pueda volar, es fundamental que primero salga de su propia jaula. Para que la identidad se recupere de tanto sesgo, primero hemos de disculparnos por lo que somos, recuperar la confianza en lo que deseamos y quebrar la coraza que impide que la identidad sobre-piel se funda con la identidad bajo-piel. La revolución comienza por una misma.


Bibliografía:


– Amezúa, Efigenio. “Los hijos de Don Santiago”. Sexología: cuestiones de fondo y forma. La otra cara del sexo. Revista de Sexología, nº extra doble, 49-50, Madrid, 1991 – “Clinical implications of contemporary gender theory” fue originariamente publicado en Journal of American Psychoanalytic Association, 58 (2), 231-258, traducción de Marta Gonzalez Baz. – Balint, Michael: “Los dos niveles del trabajo analítico” en La falta básica, Barcelona, Editorial Paidós, 1993. – Burgos, Elvira “deconstrucción y subversión”, en Judith Butler en disputa: lectora sobre la performatividad. Barcelona, Madrid, 2012. Egales, p 101-134. – Butler, Judith (2001). “El género en disputa. Programa Universitario de Estudios de Género. UNAM-México, Paidós. – Deleuze, G y Guattari, F “El Anti Edipo”. Paidós Ibérica S.A., 1985. – Guixà, R. “Iconografía de la otredad: el valor epistemológico de la fotografía en el retrato científico en el s. XIX”. Revista Sans Soleil – Estudios de la Imagen, Nº4, 2012, pp. 53-73. – Lacan, J. “El estadio del espejo como formador de la función del yo”. 1935-36. – Foucault, Michel. “Historia de la sexualidad. El cuidado de sí. 3” El. Siglo, 2005, 4ª edición. – Foucault, Michel. “Historia de la sexualidad. El uso de los placeres. 2” Ed Siglo, 2005, 5ª edición. – Foucault, Michel. “Historia de la sexualidad. La voluntad del saber.1”. Ed Siglo, 2009, 3ª edición. – Quintana, A. “Del revés, ¿un mundo feliz?. Caimán cuadernos de cine. Julio-Agosto 2015. – Reich, W. “Análisis del Carácter”. La coraza caracterológica. Edición de 2005, Editorial Paidós. – Reich, W. “La revolución sexual”. Ed Ruedo Ibérico, 1970. – Rodrigañez Bustos, Casilda. “La Represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente” Ed Crauac-Crimentales. 2007, 3ª edición. – Sabsay, Leticia “¿En los umbrales del género? Beauvoir, Butler y el feminismo ilustrado”. Feminismos, 2010. Pp. 119-135. – Sabsay, Leticia: “De sujetos performativos, psicoanálisis y visiones constructivistas”. Judith Butler en disputa: lectora sobre la performatividad. Barcelona, Madrid: Egales.


Notas


[1]En discordancia con la fórmula y definición de la Real Academia  y apelando a que en 300 años de RAE sólo se han ofrecido 13 sillones a mujeres,  utilizo el sustantivo PERSONA para referir al uso genérico de los sexos. Para evitar una lectura farragosa, se omite escribir ‘persona’ en cada alusión, dando por entendido que se sobreentiende: “Las personas autoras” quedará como “las autoras”. Sintámonos incluidas por tanto mujeres, hombres y trans* en esta apelación formal, sin pretensión ninguna de discriminar ni excluir a ninguno de los sexos. Utilizo el término trans* (Lucas Platero), con asterisco, para subrayar la diversidad de las vivencias de las personas que exceden las normas sobre lo que se prescribe como propio de mujeres y hombres.

[2]En la mitología griega, Prometeo es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a las personas para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus por este motivo. Las modernistas gozan de comparar a Prometeo con la llegada del racionalismo.

[3]Quintana, A. Del revés, ¿un mundo feliz? 2015.

[4]Far, Lidia. Sobre el ser verdadero y falso. https://lidia-far-terapeuta.wixsite.com/atravesdelarte/post/sobre-el-ser-verdadero-y-falso

[5] Foucault, Michel. Estética, ética y hermenéutica.. pp. 335-352

[6]Far, Lidia. La payasa y “lo borderline” en Arteterapia. https://lidia-far-terapeuta.wixsite.com/atravesdelarte/post/la-payasa-y-lo-borderline-en-arteterapia

[7]Reich, W. “La revolución sexual”. P 274 

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